En medio de la pandemia, una guerra de clicks
Bárbara Fuentes Directora escuela de Comunicaciones y Periodismo UAI
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Bárbara Fuentes
La segunda encuesta realizada por Cadem para la Asociación Nacional de Mujeres Periodistas trae una buena noticia para los medios de prensa tradicionales sobre la que es necesario detenerse. Como gran titular, el estudio revela que a raíz de esta pandemia ha aumentado la confianza en la prensa escrita y en la televisión. La radio se mantiene en comparación con la medición realizada tras el estallido social, aunque sigue siendo el medio mejor evaluado. ¿Quiénes bajan? En orden de pérdida de confianza, Facebook, Whatsapp, Instagram, Youtube y Twitter.
La lectura evidente es que en tiempos de incertidumbre la gente recurre a medios que pueden entregarles mayores certezas. La pregunta es por qué la opinión pública que en octubre se volcó a la redes, hoy mira con otros ojos la información que entregan los medios de siempre. ¿Hay nuevas propuestas, cambios de contenido, esfuerzos editoriales por entregar las herramientas adecuadas para informarse e intentar interpretar este nuevo escenario desconocido? ¿O hay una necesidad de la ciudadanía de confiar en los medios, así como en las autoridades que también muestran un crecimiento en sus niveles de aprobación? Quizás es más lo segundo que lo primero, aunque no se puede negar que las secciones de fact checking y otros espacios de conversación son un aporte importante.
Sabemos que el contexto mediático actual -democratizado y descentralizado, agregaría Dan Gillmor-, ha producido una sobrecarga de información, pero también una cantidad alarmante de contenidos engañosos o equivocados. “Parte de los que está en Internet está ahí para perjudicarte”, dice categóricamente el historiador Timothy Snyder. Y en esta crisis que produce miedo en la población -no sólo a enfermarse, esta misma encuesta muestra que un 74% siente temor a perder el empleo-, los medios entregan algunas certezas, además de información oportuna. ¿Es necesario recordar que la diferencia entre un periodista y un aficionado a las redes sociales es que el primero es -o debe ser- responsable de lo que publica?
La especialidad de las redes, en cambio, es rociar ideas, hechos sin confirmar y sin ningún tipo de jerarquía, polemizar y polarizar. En las redes hay para todos los gustos e ideologías. Es una “gran barra libre epistemológica”, dice la crítica literaria Michiko Kakutani en su libro “La muerte de la verdad”.
Pero esta cultura de la polémica de la que escribió hace ya años Deborah Tannen no sólo se ve en las redes sociales. Algunos medios también son expertos en escarbar y levantar como grandes acontecimientos de la historia el tropiezo verbal, las imprudencias de las autoridades, los codazos de pasillo y los pequeños carnavales de la cotidianeidad. En este escenario, la evidencia de los datos, el análisis y la verdad de los hechos -piedra angular de la democracia-, pasan muchas veces a un segundo plano y es cuestión de perspectiva o de programa.
En esta guerra por la atención los clicks y el rating son indicadores de éxito, pero especialmente en este contexto y a pesar de la severa crisis económica que los golpea, algunos medios de prensa deberían afinar sus estrategias para contribuir al consenso más que al disenso propio de las redes sociales. Diferenciar las opiniones de los hechos es un paso esencial; calibrar la importancia de las fuentes que entregan información o interpretación, otro. Lo que está en juego es la confianza que entrega la opinión pública y, junto a ello, la posibilidad de abrir mejores espacios de reflexión y diálogo en torno a la sociedad que se está construyendo.